Si no te has planteado que algunas de tus relaciones son tóxicas, considérate un auténtico fenómeno.
Todos tenemos ese tipo de relaciones, o las hemos tenido, las hemos identificado y hemos podido sustraernos a ellas gracias a una seria toma de conciencia y una decisión firme de dejarlas, por la salud de nuestra vida, de nuestra mente y nuestro cuerpo.
Puede que se den únicamente en un aspecto de tu vida, o que se extiendan por toda tu existencia, emponzoñándola entera: en la pareja, en el trabajo, en la familia, con los amigos.
Hay quienes piensan que tienen un imán maldito especializado en atraer personas venenosas sin freno, incluso cuando se trata de desconocidos con los que se cruzan casual y puntualmente.
A los efectos del planteamiento que voy a proponerte, da lo mismo. Es una mera cuestión de cantidad, no de calidad, y si consigues entenderlas, entender tu papel en ellas y modificarlas o apartarlas de tu vida, cuando lo consigas con una te servirá para todas.
¿Qué tienen que ver contigo?
Bueno, de entrada, si están en tu vida te afectan directamente.
Las relaciones implican la participación de dos o más personas, pero en las de tu vida el elemento común a todas eres tú.
Tienes que entender que no se trata de repartir culpas, sino de vivir mejor, y ahí es donde entra la responsabilidad.
Si hay relaciones tóxicas en tu vida algo pasa contigo.
Resolverlo diciendo que tienes mala suerte, que eres demasiado bueno o que atraes cosas sin saber cómo o por qué no es resolverlo y te priva de cualquier control sobre tu vida, del poder.
Te conviertes en una víctima de las circunstancias, del azar, de tu naturaleza presuntamente bondadosa que no puedes cambiar.
Una condena: no tiene que ver contigo, pero tú no puede hacer nada.
Porque una característica curiosa de muchas relaciones tóxicas es nuestra aparente imposibilidad de dejarlas, de alejarnos de ellas y las personas con las que las mantenemos.
En el caso de un jefe puede haber cierta verdad en la afirmación, pero nadie te obliga a soportar a tu pareja, a tus amigos, ni siquiera a tu familia cuando eres un adulto independiente.
Observando el fenómeno
Es posible que hayas caído en la cuenta de que en este tipo de relaciones hay pautas que se repiten hasta el infinito, una y otra vez.
Por ejemplo, en las relaciones de pareja suele suceder que el abuso del otro te va minando hasta que llega un momento en el que estallas. Entonces se da un movimiento por tu parte que puede traducirse en un intento de romper la pareja y alejarte, en una rebelión que te lleva a una descarga de reproches o en un cambio de actitud en el que pasas a una agresiva actitud pasivo-agresiva (sí, así de redundante).
Hay un punto de inflexión en el que te dices: “hasta aquí”.
Puede haber una conversación en la que intentas exponer tus quejas, cómo te sientes, cómo te afecta el comportamiento del otro, o puede que estalles sin más, pero generalmente todo desemboca en broncas, gritos, reproches, incluso insultos y amenazas de todo tipo.
Las aguas revientan la presa, hay un verdadero revuelo y luego todo vuelve a empezar. Las aguas se remansan.
Con el tiempo se vuelven a acumular, hasta el siguiente estallido.
Pero no puedes, por algún motivo, terminar con la relación ni cambiarla un ápice.
¿Te has dado cuenta de que es como una obra de teatro en la que tú y el o los otros siempre hacéis el mismo papel?
Siempre se acaba diciendo lo mismo, aunque sea de diferentes maneras; los mismos reproches, las mismas amenazas, las mismas quejas…
Reacciones tóxicas
Invariablemente están ahí. Y no hablo de las reacciones ajenas, sino de las tuyas. No es el otro el único que ataca, chantajea, manipula.
Siempre la misma obra, los mismos diálogos, las mismas conclusiones.
Muchas veces todo termina contigo prometiéndote en secreto que es la última vez. Y nunca lo es, porque estás atrapado en ese círculo infernal sin principio ni fin.
Da igual cómo empiece la cosa y quien lo haga, en un determinado momento tú reaccionas -como siempre- y te sumas a los reproches, los gritos, todo.
Eres parte del problema y reconocerlo te va a dar el poder de cambiarlo.
Insisto, la culpa no interesa y tener razón tampoco, si lo que quieres es tener un verdadero cambio en tu vida a mejor.
En realidad, tienes que pararte a decidir si quieres tener razón por encima de todo o prefieres vivir en paz y feliz.
Lo siento, pero sí, son excluyentes. El empeño en tener razón es una trampa mortal para la paz y la felicidad.
Y tienes que ser capaz de reconocer que tú participas tanto como el otro, que tus reacciones son igualmente tóxicas.
Un cambio es todo lo que necesitas
Aunque no lo creas.
Párate a pensar qué pasaría si tú renunciaras a tu papel, si lo cambiaras, si dejaras de jugar al mismo juego una y otra vez.
No lo sabes, pero no es difícil concluir que, desde luego, cambiarías totalmente el guion y dejarías al otro descolocado.
No se trata de ganarle o fastidiarle.
¿Quieres un verdadero cambio en tu vida?
Te invito a mi taller online en directo
“Cómo mejorar tu autoestima para construir relaciones armoniosas y vivir en abundancia”
COMPRA TU ACCESO AHORA POR SOLO 27€ ENLACE EN LA BIO
Cupo limitado