No sé si estás buscando la verdad, si crees que no existe una sola verdad, que cada uno tiene la suya, o que no hay verdad en nada y todo es relativo y muy subjetivo.
Sin duda vivimos en un mundo lleno de ofertas maravillosas e inmediatas de verdades a la carta. Hay verdades de todo tipo, para todos los gustos.
Normalmente buscamos La Verdad, así, con mayúsculas, con el objetivo de hallar algo estable y perfecto que nos sirva de guía y armazón en nuestra vida y que, a la vez, nos dé estabilidad y felicidad.
Una verdad inapelable a la que aferrarnos y que no nos vaya a fallar nunca, en ningún sitio, bajo ninguna circunstancia.
¿Qué verdad es verdad?
Desde mi punto de vista, que vale tanto como cualquier otro, pero es el mío, el que a mí me sirve y el único que puedo tener, La Verdad, para llevar mayúsculas, tiene que ser una, siempre la misma, en todas partes, a todas horas y para todo el mundo.
Una de las definiciones de diccionario de la RAE dice que verdad es la propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna.
Lo que convierte en no verdad a todas las ideas y conceptos que normalmente tenemos por verdades, muchas veces, de gran altura moral.
Mandamientos morales, religiosos y legales como “no matar” pierden todo su valor bajo este prisma, ya que, incluso estos están sometidos a la relatividad del quién, cuándo, dónde, cómo y por qué.
Vaya, que según y depende.
Tan es así que en muchos lugares del mundo matar es legal. No entro en otras valoraciones, me quedo con que “no matarás” no sirve como verdad con mayúsculas.
Mi experiencia, en esto como en todo lo que para mí es importante en la vida, es que la respuesta no puede, nunca, estar ahí afuera, porque siempre está en el mismo sitio que la pregunta. Siempre.
No hay forma de encontrar esa verdad que buscamos en lo que creemos que es el mundo exterior. No está ahí, no nos va a llegar desde ahí nunca, por muchas promesas que nos hagan al respecto.
Es más, pese a que la verdad es una sola, la misma en todas partes y para todo el mundo, nadie te la puede revelar de manera que te sirva.
Porque esa verdad nos habita a todos; está en el origen del impulso que nos mueve a buscarla y solo ahí vamos a hallarla.
Los demás nos lo pueden contar y podemos elegir creerles, pero La Verdad (que no necesita mayúsculas) solo la conocemos cuando la descubrimos en nosotros.
Entonces la reconocemos, nos damos cuenta de que siempre ha estado ahí y descubrimos que tenemos todos los cimientos, toda la perfección y, lo más importante, que no depende de nada ni de nadie y que nada ni nadie nos lo podrá arrebatar nunca.
Y, que realmente, la verdad te hace libre. Absoluta y definitivamente libre.
Porque es tu decisión vivir acorde a ella o no.
Verdad y vida
Me consta que hay personas que la conocen, la predican, pero no viven en concordancia con ella. Posiblemente porque la conocen de oídas, no de “vividas”; porque han decidido creer a otros, pero aún no se han dado de narices vitales, reales y verdaderas con ella.
Cuando descubres la verdad y que siempre ha vivido en ti, es imposible que tu vida y tus conceptos de muchas cosas -si no de todas- no cambien radicalmente, porque tú cambias radicalmente, es decir, desde tu raíz.
Otra definición de verdad es “Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.”
Me parece una definición perfecta para tomarnos el pulso a nosotros mismos.
Puede que no vivamos en la verdad, que no la conozcamos, pero lo mínimo que deberíamos hacer es vivir de verdad en nuestra verdad, ser coherentes con nosotros mismos.
Otra verdad sobre la búsqueda de la verdad (la verdad es que todo esto da para muchos juegos de palabras.
Por mi experiencia personal, puedo decir que no es tan complicado, ni tan serio ni tiene nada que ver con encontrar la propia oscuridad, superar no sé qué traumas, ni nada parecido.
Tiene que ver mucho más con dejar salir que con entrar: dejar salir y soltar todas las creencias, los juicios y prejuicios, las ideas que llamamos propias (mis ideas, mis creencias) y que, sin embargo, parecen ser nuestras dueñas y señoras. Porque les hemos otorgado nosotros ese poder sin siquiera cuestionarlo.
La verdad que somos y que habita en nosotros desde siempre aparece con facilidad cuando vamos renunciando a las pequeñas y mentirosas verdades diarias.
Mentirosas porque no son verdades, ya que no lo son siempre, en todas partes y para todos.
Pero si empezamos a reconocer su temporalidad (me pueden servir ahora, pero quizá no luego, y está bien) también veremos su poca importancia y nos resultará más fácil desnudarnos de ellas, como lo hacemos con la ropa a diario.
Las creencias, ideas y demás no son más que ropajes, pero les hemos dado el estatus de piel, y parece que si nos los quitamos de encima vamos a morir. O a vivir perdidos en un mundo sin referencias.
Cuando la única referencia que precisamos está ahogada, escondida, oculta tras tanta verdad mentirosa.
¿Podría realmente ser así?
¿Podría ser fácil encontrarlo todo? ¿Un proceso sin traumas, sin sufrimiento, que te lleve a una vida plena?
¿Puedes planteártelo siquiera como una posibilidad?