Vivimos en una cultura exigente donde el trabajo, la formación, las relaciones, etc., son cada vez más complejos, iniciar un negocio o hacer crecer el que ya tienes implica asumir riesgos de algún tipo.
Además, requiere de esfuerzo, actitud y habilidades psicológicas que junto con la proactividad y flexibilidad mental serás capaz de abordar desafíos complejos de manera innovadora.
En tiempos de crisis e incertidumbre, es demasiado fácil perder el control de nuestras emociones, preocuparnos en exceso, llenarnos de pavor y furia, desanimarnos, creer que nada vale la pena, que nada cambiará y que, si lo hace, será peor.
Debemos reconocer que la forma en que manejamos los eventos estresantes tiene una gran influencia en nuestro bienestar tanto psicológico como físico. Por supuesto, mantener la calma cuando se trata de disputas personales, sentirse engañado, trabajar bajo presión, etc., no es simple.
Cuando estamos perturbados, podemos ver cómo se altera nuestro cuerpo; notamos que nuestro pulso se acelera, nuestra temperatura corporal aumenta, algunos músculos se tensan y nuestra respiración se vuelve más superficial y más rápida.
Cuando reconocemos estos cambios y somos conscientes de que nos estamos agitando, lo que puede llevarnos a perder la cabeza, debemos seguir ciertas pautas para mantener la calma.
Estos son los 5 habitos:
1. Identificar las señales
En primer lugar, se debe descubrir qué señales corporales indican que se está sintiendo agitado. Esto es crítico, y cuanto antes reconozcamos que nuestros cuerpos se encuentran en ese estado, antes podremos implementar sistemas de regulación y más fácil será para nosotros mantener la calma en medio del caos.
Es fundamental que seamos conscientes de cómo se siente nuestro cuerpo, ya que esto puede ayudarnos considerablemente a intervenir antes de que las emociones nos cieguen por completo.
Es importante también ser consciente de las emociones. Cuando tengas una emoción, como la rabia, intenta ponerle un nombre. Puede que seas reacio a compartir tus emociones con los demás. Pero no reprimas completamente tus emociones. Identificarlas es preferible a fingir que no existen (o a explotar sin pensar en ello).
2. Aprender a respirar
La respiración diafragmática es una gran técnica para combatir la ansiedad y la angustia. A veces se denomina respiración abdominal. Varias zonas musculares funcionan constantemente de forma simultánea cuando respiramos, sin embargo, con la respiración diafragmática, el esfuerzo o la actividad muscular es más esencial en la zona inferior de los pulmones (en la zona diafragmática). Cuando el diafragma se contrae, mueve el abdomen y desplaza los órganos internos hacia abajo, lo que hace que el abdomen aparezca como una zona hueca.
Cuando respiramos de esta manera, trasladamos una gran cantidad de aire a la zona inferior de los pulmones, que tiene mayor capacidad de volumen, asegurando una mayor ventilación, entrada de oxígeno y limpieza de los pulmones con cada exhalación.
De esta forma, nuestro abdomen se expande mientras el pecho y los hombros permanecen bajos e inmóviles (aunque si la respiración es profunda también podemos ver movimiento en el pecho y los hombros).
Aprender a relajar los músculos abdominales para mantener una respiración diafragmática lenta y profunda es una parte crucial para aprender a mantener la calma. Cuando empezamos a respirar de esta manera, nuestra activación corporal disminuye y nos sentimos casi instantáneamente relajados.
3. Control del lenguaje no verbal
Sabemos que nuestro cuerpo refleja nuestras emociones, y que nuestras emociones cambian nuestro lenguaje no verbal, permitiéndonos transmitir nuestro estado de ánimo interior a los demás. Sin embargo, hay algo de lo que la mayoría de la gente no se da cuenta: nuestras posturas y movimientos corporales pueden cambiar nuestro estado de ánimo psicológico e incluso ayudarnos a controlar nuestras emociones y condiciones fisiológicas.
La manifestación de las emociones en el rostro no sólo alentaría a los demás sobre el sentimiento subyacente, sino que la propia actividad muscular sería la responsable original de la generación de la propia experiencia emocional, a través de la entrada sensorial muscular.
Cuando desees relajarte, controla tu respiración (de modo que cambie gradualmente a una respiración diafragmática), suelta la tensión muscular, relaja los músculos y procura reflejar un estado de calma con tu cuerpo. Esto puede ayudarte a evitar que el estrés y el nerviosismo en medio del caos te abrumen.
4. Distanciamiento
Cuando nos encontramos en un escenario que nos provoca estrés, malestar o inquietud y necesitamos mantener la calma, puede ser beneficioso tomarnos unos minutos para alejarnos o aislarnos de la situación y volver a calmarnos.
Permitirnos una pausa para beber un vaso de agua, respirar profundamente mientras caminamos, escuchar música o hacer cualquier otra cosa que nos despeje la mente y nos ayude a separarnos de la circunstancia estresante. Esta puede ser una técnica útil para ayudarte a relajarte y recuperar la calma.
Nuestro cerebro necesita unos 90 segundos para regularse y volver a la calma una vez que nos alejamos del escenario que nos perturba. Por ello, es fundamental entender que, en muchas ocasiones, es necesario hacer una pausa y desconectar al menos unos minutos.
5. Redirigir nuestros pensamientos
Sabemos que los pensamientos que viajan por nuestra mente tienen una influencia directa en cómo nos sentimos; por lo tanto, de acuerdo con lo que se mencionó en el punto anterior, debemos aprender a despejar nuestra mente de todos los pensamientos que puedan aumentar nuestro malestar y ansiedad. Aprender a regular nuestra conversación interna es esencial para mantener la calma bajo presión.
Cuando nos enfrentamos a un escenario desafiante, debemos prestar mucha atención a lo que nos decimos a nosotros mismos y trabajar para que esta conversación interna no sea venenosa y dañina.
Es importante que seamos conscientes de ello y que también aprendamos a evocar pensamientos que nos ayuden a relajarnos. En la práctica clínica, en muchos casos se utilizan procedimientos sugestivos (como la hipnosis) para ayudar a los pacientes a aprender a permanecer tranquilos y relajados. Estas técnicas se centran en la evocación de imágenes y sonidos relajantes, que pueden utilizarse para reducir los niveles de estrés.
Ya sabemos que mantener la calma en cualquier situación es difícil, sin embargo, no es imposible. Hace falta mucha paciencia, práctica y empuje, además de fuerza de voluntad, para no rendirse ante condiciones realmente difíciles. Es importante reconocer el esfuerzo y nuestros errores, de esa manera podremos manejar cada vez mejor las emociones y salir airosos de ciertas situaciones.