No creas que eres una excepción: esa sensación la tienen muchas personas.
Voy a hablar de lo que conozco y voy a generalizar. Si te sirve de algo, genial y si no te sirve en absoluto o no te parece que sea tu caso, simplemente, descártalo.
Hay muchísima gente que cuando siente inquietud espiritual empieza a buscar.
Algunos ya han “oído campanas”, conocen algo del tema y saben por dónde moverse… más o menos.
Otros andan totalmente despistados.
Normalmente empiezas a leer, a ver vídeos, a escuchar cosas; mezclas de todo, picoteas por todas partes, descartas mucho y te vas quedando con lo que te suena bien, lo que parece que te encaja (lo que “te resuena”, como dicen ahora).
Hay quienes en un momento u otro dan con “lo suyo”, encuentran alguna filosofía, tendencia, planteamiento o lo que sea que les convence y terminan por descartar lo demás.
Hay quienes van de un lado a otro, tomando un poco de aquí y otro poco de allá y se montan un sistema de creencias propio, ecléctico.
Hay quienes viven buscando, saltando de un lado a otro, siempre con la sensación de que puede haber una respuesta mejor.
El lugar en el que están las respuestas.
Lo primero que tengo que decirte es que la respuesta está en ti. Siempre. No está en nadie ni nada de afuera.
Quizá encuentres personas que te puedan acompañar al principio, que puedan ayudarte a despejar el panorama, pero nadie que te venda que le necesitas va a llevarte a la verdad ni te va a dar ninguna solución.
De hecho, no existen las soluciones, solo existe el encuentro contigo mismo.
Sé que suena a tópico y a manido, pero es así.
Hablo por mi propia experiencia y la de mucha gente que acompaño en mis sesiones de coaching.
No ver el camino
En esta búsqueda hay muchos que se pierden.
No ven el camino porque miran, pero no ven: están esperando algo concreto, no están dispuestos a lanzarse a la experiencia.
Da lo mismo si se deciden o siguen buscando, porque tienen la sensación de que nada es para ellos, de que nada les funciona.
Curiosamente (y vuelvo a hablar por experiencia directa de lo que he vivido y visto) estas personas suelen tener varias características en común:
- Conocen bien muchas técnicas (por llamarlas de alguna forma), se saben toda la teoría.
- Aunque se manifiesten como “seguidores” de una u otra, no paran de seguir buscando, por si hay algo mejor por ahí afuera.
- Les encanta el tema, hablar de todo lo que tenga que ver con la espiritualidad, sus conocimientos, sus puntos de vista. Lo saben todo… en teoría.
Pero la característica que más me llama la atención es que, a la hora de la verdad, por mucho que sepan, no practican seriamente nada de lo que dicen saber.
Nadar o guardar la ropa.
La espiritualidad no es una teoría, es una experiencia.
Todos somos espirituales, todo lo que existe, de hecho, lo es.
Pero eso es un descubrimiento personal que no llega a través del intelecto.
Si quieres espiritualidad tienes que ponerte a practicarla.
De nada te va a servir, en ese sentido, conocer todas las ventajas de la meditación (por ejemplo), todas las posibilidades, todos sus beneficios, saber hasta qué punto han llegado quienes la practican, si tú no meditas.
Para que te des cuenta de lo absurdo que es, es como aprender a nadar en teoría: no hay forma de aprender a nadar que no implique meterse en el agua y ponerse a nadar.
Tienes que experimentar la sensación de estar en un medio diferente, en el que la sensación de peso de tu cuerpo cambia, en el que flotas, en el que incluso puedes hundirte al principio.
No puedes saber cómo es eso sin vivirlo, no puedes saberlo por lo que te cuenten los demás.
Tu experiencia de nadar será única: con miedo o con ganas, con alegría o precaución, con torpeza o soltura… solo lo sabrás cuando te metas en el agua y te pongas a ello.
Por eso tantas veces parece que no funciona: estamos tan acostumbrados a “estudiar”, a aprendernos las cosas, a abordarlo todo desde la mente que no nos damos cuenta de que cuando hablamos de nuestro espíritu la mente no sirve para nada.
Literalmente, para nada.
La espiritualidad es una vivencia, una experiencia, y nadie puede vivirla por ti. Todo lo que los demás puedan contarte no te va a servir más que como historias que incorporar a tu colección de cosas de las que hablar.
Así que si quieres que te funcione tienes que pringarte, practicar lo que sea que hayas elegido.
Tienes que darle una oportunidad para saber si de verdad es para ti o no.
No quiero decir que tengas que practicar todo lo que conoces o llega a ti, sino que si te decides por algo te entregues a ello de verdad y honradamente.
Puede que al final no sea tu camino, pero lo sabrás.
También es importante, creo yo, que te centres: andar probando de todo y todo a la vez solo conseguirá enloquecerte, desconcertarte y frustrarte.
Insisto: no quiero decir que tengas que quedarte con lo primero que encuentras. Ni, por supuesto, que tengas que gastar un dineral para obtener respuestas.
Recuerda que en realidad la respuesta está en ti: solo necesitas encontrar el principio de tu camino.
Para llegar a donde crees que quieres ir tienes que caminar. Nadie puede hacerlo por ti. Eso supone un compromiso contigo, con nadie más, y tomar una decisión.
Puede que te des cuenta de que algo no es para ti, pero no lo sabrás hasta que no lo practiques… durante un tiempo mínimo.
Y te digo lo de “a donde crees que quieres ir” porque, si tu búsqueda en verdadera, es muy posible que lo que vayas encontrando no tenga nada que ver con lo que imaginaste.
Pero sí te aseguro que es mucho mejor que cualquier cosa que hayas podido concebir con tu mente.
Te contaré lo que yo creo que son pistas que a lo mejor te sirven en otro post.
¡No te lo pierdas!🤩